Parece como si hubiera sido hace sólo unos meses cuando Sandra Vericat y yo charlábamos tardes enteras sobre un proyecto que ella tenía en mente. Sandra se preparaba, estudiaba, investigaba, pensaba, ataba y desataba ideas, las cogía con alfileres, las miraba, las hilvanaba, las volvía a mirar… hasta que las acabó cosiendo a conciencia y Can Rareta se convirtió en una maravillosa realidad que hoy cumple cinco años!!!
Can Rareta es un lugar único y mágico. Entra dentro de lo que se denomina “Madres de día”, un concepto en España bastante nuevo, que sería una alternativa a las guarderías tradicionales y a las canguros. Pero Can Rareta es mucho más que eso.
Sandra atiende en su casa a un máximo de cuatro niños de 0 a 3 años.
Digo “atiende” pero esa no es la palabra, porque Sandra les enseña, les prepara, les educa, les cuida y lo más importante: les quiere. Todo eso los pequeños lo notan y por eso tienen con ella una relación tan especial.
Can Rareta se convierte en una segunda casa, para esos niños. En su hogar de por las mañanas. Allí se sienten seguros, tranquilos y felices, y sin darse cuenta aprenden tanto… Forman una especie de familia y se comportan como tal.


Una vez en la mesa cada uno se sirve. La consigna es: Hay que comerse todo lo que te pones en el plato.
Así que ellos solos van poco a poco controlando y saben que es mejor servirse una cantidad adecuada y después si hay más hambre, repetir. Además hace falta mucha maña. Coger con una cuchara la comida y llevarla a un plato requiere mucha concentración y coordinación de movimientos. No es tarea sencilla para manos tan pequeñitas.
Al terminar de comer, cada uno recoge su plato, vacía los restos en el cuenco que al día siguiente llevarán a las gallinas, y ponen el plato en el fregadero.
Ver a esos pequeños en acción es emocionante.Hay miles de detalles maravillosos en Can Rareta. Podría seguir y seguir contando, pero creo que lo más importante de todo es la seguridad y la confianza que Sandra transmite a esos niños. Les hace sentirse bien con ellos mismos. Sentirse capaces y por tanto ir a por el siguiente logro con naturalidad y ganas. Ponerse los zapatos, cambiarse la camiseta, subir un escalón, acabar un puzle, empezar a hablar, hacer pis en el orinal, servirse agua en un vaso… Cada día es un reto para ellos y cada día se van de Can Rareta sintiéndose muy orgullosos de sí mismos porque seguro que han logrado hacer algo nuevo.

Si eso es así, Sandra es, con diferencia, la mejor “maestra pizzera”. Y esto no lo pienso sólo yo.Dicen que en los primeros tres años de vida se forma nuestra base, nuestro auténtico yo. Esa base de pizza que, con los años, iremos aderezando con diferentes ingredientes.

Susana Prósper
Si queréis leer otros preciosos
textos de Susana entrad aquí
undiaesundia
Chapeau! Al projecte i a l'article.